Antioquia chicharrón   Bronce con baño en oro,      5 x 15 cm c/u. 2013      

Antioquia chicharrón

Bronce con baño en oro,      5 x 15 cm c/u. 2013

 

 

  Antioquia chicharrón   Bronce con baño en oro,      5 x 15 cm. 2013   

Antioquia chicharrón

Bronce con baño en oro,      5 x 15 cm. 2013

 

     

 

 

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 Medellín está asentada sobre un valle rodeado de montañas, donde su belleza actúa como arma de doble filo, ya que según Aristizábal, esas mismas montañas muchas veces representan grandes murallas que impiden a sus ciudadanos ver más allá de sus hori

Medellín está asentada sobre un valle rodeado de montañas, donde su belleza actúa como arma de doble filo, ya que según Aristizábal, esas mismas montañas muchas veces representan grandes murallas que impiden a sus ciudadanos ver más allá de sus horizontes. Esto hace que en ocasiones sus habitantes se obsesionen con su entorno y se pierdan la oportunidad de valorar experiencias que no sean las que esta urbe ofrece. A partir de este arquetipo, Aristizábal toma uno de los símbolos gastronómicos de la ciudad, el chicharrón, para recrear las montañas que rodean la ciudad, recordándoles a sus habitantes los peligros de perder la perspectiva de lo que está más allá de nuestro entorno inmediato.

     

 

 

  Antioquia chicharrón   Bronce con baño en oro,      5 x 15 cm c/u. 2013      
  Antioquia chicharrón   Bronce con baño en oro,      5 x 15 cm. 2013   
     
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 Medellín está asentada sobre un valle rodeado de montañas, donde su belleza actúa como arma de doble filo, ya que según Aristizábal, esas mismas montañas muchas veces representan grandes murallas que impiden a sus ciudadanos ver más allá de sus hori
     

Antioquia chicharrón

Bronce con baño en oro,      5 x 15 cm c/u. 2013

 

 

Antioquia chicharrón

Bronce con baño en oro,      5 x 15 cm. 2013

 

 

 

 

 

Medellín está asentada sobre un valle rodeado de montañas, donde su belleza actúa como arma de doble filo, ya que según Aristizábal, esas mismas montañas muchas veces representan grandes murallas que impiden a sus ciudadanos ver más allá de sus horizontes. Esto hace que en ocasiones sus habitantes se obsesionen con su entorno y se pierdan la oportunidad de valorar experiencias que no sean las que esta urbe ofrece. A partir de este arquetipo, Aristizábal toma uno de los símbolos gastronómicos de la ciudad, el chicharrón, para recrear las montañas que rodean la ciudad, recordándoles a sus habitantes los peligros de perder la perspectiva de lo que está más allá de nuestro entorno inmediato.

 

 

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